La crisis generada por el virus ha tocado todas las áreas del comercio, y una a la que especialmente siento sensibilidad es al mercado de las librerías. Desde mucho tiempo hacia acá, habiéndose convertido en no solo espacios de compra, sino en pequeños refugios para sentarse a leer, y hasta en algunas situaciones tomarse un café, o tan solo pasar el rato.
Las condiciones que se están presentando han dejado a gran parte del comercio en jaque, pero una industria que está especialmente afectada es la de las librerías independientes. Alrededor de diversas ciudades, por muchos años, se ha cultivado una cultura de la librería como espacio de ocio y de relación social, no tan solo una tienda de libros, sino también un ambiente bien dado para el brote de ideas artísticas. Cada tanto, en estas librerías hay exposiciones de libros, clases magistrales sobre X o Y tema, recitales de poesía, etc. Convirtiéndose en sus respectivas ciudades en centros de cultura, vitales para la esencia propia de la rebeldía que conlleva el conocimiento.
La entrada a la literatura siempre ha sido cuesta arriba, el mundo está inundado de libros, cada año son publicados miles, unos mejores que otros, unos más accesibles que otros, y por ello es fundamental la existencia de la librería. Piedad Bonnet, escritora colombiana, mencionaba “Las librerías, por pequeñas que sean, son enormes universos donde, de la mano de los buenos libreros, podemos encontrar libros inimaginados que nos van a dar muchas horas de placer. Las librerías son, también, lugares de encuentro de espíritus curiosos… no podemos dejar que se acaben”, y, es que, no hay ni habrá mayor placer que el de entrar a una librería y observar sus estanterías, y ser interceptado por las ansias de un librero empujandonos a revisar X o Y libro, “tal vez algo de poesía latinoamericana, o este libro sobre la reina Isabel que llegó la semana pasada, o este clásico, nada como Hemingway para los días lluviosos…”, y esos lugares están al borde del abismo actualmente.
Ahora, las librerías no serían figura de sabios si no supieran resistir, pero hasta el mayor héroe muere sin pedir ayuda cuando la necesita. De este modo nace “Adopta una librería”, una campaña promovida por la Cámara del Libro para apoyar por medio de donaciones a las librerías independientes de diversas ciudades buscando evitar su desaparición, o que se vean obligadas a despedir a sus empleados. Además de ello, como si estas librerías fueran Mosqueteros en posición de guerra, se han organizado para fundar la ACLI (Asociación de Libreros Independientes) con el fin de centralizar los servicios que ofrecen, agilizar la búsqueda de recomendaciones y facilitar la búsqueda de títulos que requieran los clientes.
Este artículo tiene un alto contenido sentimental por mi parte, pero no es para menos, lean como bien puedan y apoyen los pequeños libreros, pero, cuando termine la tormenta, están cordialmente invitados a todas estas librerías, a encontrar buenos amigos en estos vendedores y conocedores de literatura. Estos refugios están bien hilados alrededor de las ciudades, poco a poco van surgiendo más, como pequeñas células de resistencia a lo grisáceo de la ciudad.