5 errores innecesarios pero corregibles. Es cuestión de ponerle atención a los detalles.
No hablemos de lo artístico, porque eso le corresponde a otros. Aquí un pequeño listado de errores en la práctica, de cualquier proyecto musical, que me encuentro con frecuencia.
- Buscar un manager sin saber para qué sirve.
Hay dos tipos de grupos, los que saben qué hace un manager y los que no. Los que no, usualmente esperan que firmar con uno les arregle la vida. Que sin mayor razón comience a llover plata.Un manager es parte del equipo de trabajo.
Quizás sepa recorrer mejor los espacios del gremio musical; quizás conoce más gente; o es un charlatán y ya; y no siempre hay que creerle al primer charlatán que aparece.
Un manager sirve cuándo el grupo sabe qué quiere buscar, y con él pueden trazar esa ruta.Ninguno hace milagros, ninguno es garantía de éxito. Si el grupo está buscando un manager, primero tiene que definir por qué. A veces, eso no queda claro sino hasta que los miembros del grupo están dedicados profesionalmente a responder e-mails y llamadas.
- Firmar contratos a 10+ años sin tener un plan que acompañe la ejecución.
Que un contrato dure muchos años no tiene problema. El lío es no dimensionar qué se va a hacer en ese tiempo. Saber qué se espera recibir y, más importante, cuáles son las formas de poner en movimiento ese acuerdo. Ningún contrato se cumple solo. Firmarlos no hace magia. Un contrato casi siempre es el marco de una relación comercial. Hay que hacerlos cumplir, sí, pero entender cuál es el camino para hacerlo. En últimas, si el compromiso a largo plazo no es lo más conveniente, hay que plantear válvulas de escape en el contrato, de mutuo acuerdo o con preavisos; con opciones o condicionales. Sin desmotivar a las partes, pero tampoco condenándolas a la eternidad inmóvil. - No definir los porcentajes de participación antes de recibir dinero.
Todo el mundo es amigo hasta que pelea por plata. En cualquier mercado, no solo en las artes. En los trabajos en colaboración es dónde es más frecuente.El lío es que interpretamos la colaboración como un acto de confianza tal, que lo equiparamos a la versión más romántica del amor; donde el otro nos entiende así no digamos nada. Por el contrario, la confianza real sería poder definir quién hizo qué sin que nadie se ofenda. Entender que hay obras que son 80/20 y que siguen siendo buenas. Que mandar un e-mail con eso no está de más. Que pelear por plata es innecesario, y que ese dolor de cabeza se ahorra con las cuentas claras desde el día 1. - Registrar las obras a nombre de todos porque son muy amigos.
La palabra olvidada es “licencia”. Muchos grupos acuerdan registrar a nombre de todos la obra que compuso solo 1 de ellos. Las razones varían, pero la principal es que ven las regalías de las canciones como un lugar de retorno de la inversión general del proyecto. Eso se arregla con una licencia; que el grupo esté de acuerdo y se registre. Si la canción tiene un solo autor esa es la realidad y así debería quedar el registro; que los derechos patrimoniales tengan muchos titulares es una historia diferente (y más adecuada). - Grabar covers de quien sea y preocuparse después.
Internet parece tierra de nadie. Cada uno hace lo que quiere y a nadie le pasa nada; hasta que pasa.Existen formas legales (y gratuitas —Soundrop; We Are The Hits—) de grabar covers, con autorización, honrando al compositor. Buscar la manera correcta es la forma ética de hacerlo.El hecho que no nos descubran no debe ser excusa. Quizás nosotros no reaccionemos de forma tan tranquila cuando una banda en Ecuador decida hacer un cover nuestro y no se digne ni a dar bien el crédito.
Ilustración
Rare Book Division, The New York Public Library. “Skull and crossbones.” The New York Public Library Digital Collections. 1843.
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