Los libros de Alejandro Dumas son famosos a nivel mundial y reconocidos como clásicos de la literatura, sin embargo, la sombra de un escritor fantasma ha estado tras él. Y la verdad ha llegado a aterrizar en que Dumas no escribió la totalidad de sus libros, y el escritor que dio el brote para muchos de estos maravillosos es ignorado por generaciones de lectores.
Alejandro Dumas fue un escritor y dramaturgo francés que ha llegado a ser reconocido a nivel mundial gracias a la genialidad de sus dramas, y a la trascendencia que sus obras han tenido en la cultura universal. Obra como “los tres mosqueteros” son una figura vigente en la actualidad, teniendo adaptaciones en el cine y el teatro, hasta Disney hizo una adaptación, y otras que también son una permanente recomendación en la literatura clásica como “el conde de Monte Cristo”, entre otras obras que han inspirado la evolución de otras joyas literarias en el futuro. Irreversiblemente, Dumas es reconocido como uno de los escritores más importantes en la historia de la literatura universal.
Sin embargo, a través del estudio del desarrollo de sus obras se llegó al punto de descubrir que Dumas utilizaba, algo que en el mundo de la literatura no es inusual, un escritor fantasma en sus obras. Lo que significa esto en el mundo de la literatura se refiere a escritores ajenos al que se reputa ser autor, que cumplen con la función de redactar ideas para ser utilizadas por quién las encarga.
Ahora, el tema del escritor fantasma se retomará más adelante, pero, volviendo a Dumas, la sombra tras su figura de gran escritor se llamó Auguste Maquet quién, y según lo describe Arturo Peréz-Reverte en el “el club de Dumas”, fue la mente que le dio nacimiento a obras tan memorables y determinantes en la literatura como “el conde de Monte Cristo”, “el caballero de Harmental”, “los tres mosqueteros”, entre otros; sin tener reconocimiento alguno, más allá de los descubrimientos que el estudio de las obras reveló, donde se narra que Maquet accedió al trato en las condiciones de que se le pagara una gran cantidad de dinero a cambio de darle entregas a Dumas, y que él le diera el toque especial de Dumas.
Esa expresión del toque especial de Dumas es bastante graciosa, sin embargo, es de reconocer que la esencia de Dumas está impresa en los manuscritos que Maquet le daba, manipulando la trama, dándole una especial personalidad a los personajes y retocando lo que a él le diera la gana. Al final de la noche Maquet siempre aceptaba el dinero, dejaba las bases de un gran éxito donde no sería reconocido porque, según las editoriales, llamaba mucho más un libro de Alejandro Dumas, que un libro de Alejandro Dumas y Auguste Maquet, encausando un pago excesivo al segundo para acceder a no ser reconocido en las obras.
¿Dumas cometió plagio? No ¿Le robó el reconocimiento a Maquet? No, le pagó muy bien, de hecho ¿Esto les quita mérito a las obras de Dumas? Sí, un poquito, mucho más considerando la relevancia de su obra, y de que no es excusa de reconocimiento su toque especial, porque a fin de cuentas totalmente suya las tramas no fueron.
Lo que contemporáneamente se conoce como una obra a encargo se podría llegar a considerar como el tipo de negocio que llevaron a cabo Dumas y Maquet. Esta herramienta consiste en encargar a un autor de oficio el diseño propio de una obra que es guiada o planeada por el otro contratante, siendo reconocidos ambos como autores de esta, si hubo participación de ambos. El escritor fantasma es un apodo para esta figura en la literatura, siendo constantemente usada, y a veces algo abusada.
Es de recordar que en una entrevista a Ronald Reagan se le preguntó sobre su autobiografía, a lo que respondió, descarada pero honradamente, “Dicen que es un libro increíble. Un día de estos lo leeré”.
Algo que hay que resaltar de esta figura para la situación en concreto, es que el hecho de ser una obra por encargo no afecta el derecho como autor que tiene el autor original, por lo cual el que hace el encargo posee los derechos patrimoniales, y si llegó a cooperar con la obra también derechos morales, pero la consideración de que haya sido un encargo tampoco afecta los derechos como autor que tiene el que le fue encargada la obra. De este modo, el segundo también tendría la potestad sobre la obra para ser reconocido, decidir sobre su ineditud, etc; algo que no sucedió con Maquet, ya que se optó por su anonimato, ya antes explicado, y no hay evidencia de que alguna vez él haya reclamado.
El pago por el anonimato es bien conocido en la actualidad, tan solo hay que observar el mundo de la publicidad, sin embargo, el hecho de que estas obras hayan tenido tanto reconocimiento, y su autor primario no, deja mucho que desear.
Al menos algo es seguro, Dumas sí leyó los encargos hechos a Maquet,
O eso espero…