La censura es un término típicamente político utilizado muy usualmente por estos días, y no sin razón. Esta pequeña palabra representa, materialmente, una de las mejores herramientas de represión con la capacidad de moldear las circunstancias a favor de quién se desee, acallando a otro y violando jijuemil derechos.
El 21 de Noviembre del año pasado (21N), el pueblo pegó un grito al aire en forma de protesta, no me tomen a mal, esto no es tema de izquierdas o derechas, esto es un tema de poder y, amigos míos, hay pocas herramientas más eficientes de gestión de poder que el arte en todas sus formas. Salí a cada una de las marchas que se presentaron desde ese día hacía acá, y, fuera de la manipulación sistemática de los medios, el protagonista de esta jornada, de meses, de protesta ha sido el arte.
Tambores, arengas, enormes letreros, diseños de camisetas, conciertos y coreografías fueron protagonistas en los plantones y las marchas, las caricaturas e ilustraciones inundaron las redes sociales, se escribieron columnas, se escucharon canciones, y hasta el movimiento feminista levantó la mano con “el violador eres tú”, la protesta es mejor museo de arte que el mismísimo MoMA. Cada color, sílaba y nota enunciándole casi a gritos al gobierno, que parece ciego y sordo, que no estamos de acuerdo con cientos de cosas, y más aún, que se nos está cayendo el país. SOS, VAMOS EN PICADA.
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